Las emociones son la sal de la vida. El miedo, la rabia, la alegría y la tristeza son las emociones básicas universalmente reconocidas sobre las cuales construimos un universo afectivo más rico y complejo. De hecho, incluso las emociones que catalogamos como negativas son imprescindibles.
Las emociones tienen una función adaptativa, pues son las encargadas de preparar a nuestro organismo para que movilice la energía que necesitamos para responder ante los cambios que ocurren a nuestro alrededor. El miedo, por ejemplo, nos avisa de un peligro potencial y nos ayuda a ponernos a salvo inmediatamente.
Las emociones también desempeñan una función social, ya que no solo nos permiten expresarnos, sino predecir el comportamiento de los demás. Si percibimos que alguien está enojado, nuestra primera reacción será alejarnos; pero si notamos una sonrisa, seremos más propensos a acercarnos.
Por si fuera poco, las emociones también nos ayudan a decidir. Se ha apreciado que las personas que tienen dañadas las áreas del cerebro vinculadas con la esfera emocional son incapaces de tomar decisiones, ya que estas nos ayudan a inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Estas personas se pierden en los razonamientos lógicos y los detalles porque no tienen una brújula emocional que les indique el camino.
Ahora, un curioso estudio publicado en la revista Motivation and Emotion realizado por investigadores de la Universidad de Lovaina, en Bélgica, ha demostrado que todas las emociones no tienen el mismo impacto y que algunas duran muchísimo más que otras.
La emoción de la que más nos cuesta deshacernos
Existe una emoción que dura muchísimo más que la alegría, la vergüenza, la irritación o incluso el aburrimiento. Se trata de la tristeza. Esta fue la conclusión a la que llegaron los psicólogos belgas después de analizar las emociones de 233 personas, teniendo en cuenta tanto los eventos que las originaron como su duración y las estrategias que usaban para lidiar con esos estados.
De las 27 emociones analizadas, la tristeza fue la más duradera. De hecho, a su lado, el resto de las emociones eran casi rápidos destellos; incluso esos aparentemente interminables episodios de aburrimiento eran cortos.
La duración media de las emociones que solemos experimentar es:
— Tristeza: 120 horas
— Odio: 60 horas
— Alegría: 35 horas
— Desesperación, esperanza, ansiedad, decepción y contentamiento: 24 horas
— Celos: 15 horas
— Alivio: 8 horas
— Entusiasmo: 6 horas
— Admiración y gratitud: 5 horas
— Relajación: 4,3 horas
— Culpabilidad: 3,5 horas
— Estrés: 3 horas
— Orgullo: 2,6 horas
— Ser tocado: 2,5 horas
— Cólera, aburrimiento y sorpresa: 2 horas
— Irritación y compasión: 1,3 horas
— Humillación: 0,8 horas
— Miedo: 0,7 horas
— Vergüenza y asco: 0,5 horas
Es curioso que emociones a las que más solemos temer, como la vergüenza, el miedo, la humillación y el aburrimiento, suelen desaparecer relativamente rápido. Esto demuestra que muchas veces somos capaces de armar una tormenta en un vaso de agua.
¿Por qué no logramos desembarazarnos de la tristeza?
La intensidad y la duración de las emociones dependen de la importancia y el significado que le confiramos a los acontecimientos que las generaron; pero ante situaciones igualmente significativas, tardamos mucho más en desembarazarnos de la tristeza. ¿Por qué?
La respuesta es muy sencilla: reforzamos la tristeza con ideas negativas que no logramos sacarnos de la cabeza.
Las ideas catastrofistas y pesimistas que rondan nuestra mente se convierten en el combustible perfecto para alimentar la llama de la tristeza. Por eso dura mucho más que el resto de las emociones.
El valor de la tristeza
A pesar de que no nos gusta estar tristes y de que a esta emoción siempre le hemos atribuido una impronta negativa, lo cierto es que puede ser muy valiosa. Las expresiones de tristeza, por ejemplo, suelen generar empatía en los demás, por lo que sirven para fomentar las relaciones interpersonales. Si vemos a una persona triste, inmediatamente nos asalta el deseo de consolarla ya que la tristeza actúa como un poderoso pegamento social.
“La tristeza es también un tipo de defensa”. —Ivo Andric
Por otra parte, un estudio realizado en la Universidad de Indiana reveló otra función sorprendente de la tristeza: provoca una mayor activación fisiológica que nos ayuda a lidiar con la pérdida. De hecho, las personas que se sienten tristes e insatisfechas tienen muchos más motivos para actuar y cambiar su situación que quienes se sienten felices y satisfechas.
¿Entiendes ahora por qué no puedes evitar estar triste a veces?
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